La sensación de que el tiempo se acelera

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Elizabeth Bishop

Cuando uno tiene dudas realmente las respuestas ya las tiene, solamente necesita divagar. La divagación requiere tiempo y hoy me compré un poco.

Desde hace varios meses observo entre noticias y comentarios que el mundo se está acabando, que todos los finales del mundo se parecen y que este es el definitivo.

Entre esa maraña de tragedias, encontré agobiante e incluso perversa la necesidad de querer estar en todos los sitios a la vez, de dividir nuestra existencia entre presencia virtual, física y la que a Mark Zuckerberg se le ocurra; queremos abarcar todas las marquesinas sin detenernos a pensar en lo que utilizamos para ocuparlas.

Como no conocemos límites, añadimos la obsesión perversa por enterarnos de todo siempre. Somos un océano de información con la profundidad de una corcholata, tenemos presencia en todas las realidades pero no habitamos ninguna.

Intentando leer algo de filosofía, no por cultureta sino por aprender (si, si mitad y mitad…) me encontré con Byung-Chul Han, filósofo coreano, conviene aclarar aquí que yo confío en casi todo lo que los coreanos me recomienden desde skincare hasta gadgets.

Regresando al punto, me refiero a su obra El aroma del tiempo, una serie de ensayos en donde plantea que nos hemos convertido en una sociedad que se apresura de un presente a otro y donde la persona se identifica con la fugacidad y lo efímero, convirtiéndoso en algo radicalmente pasajero, sin ningún sentido de trascendencia.

Así es como uno envejece sin crecer.

El hombre moderno se ha convertido en un ser en permanente estado de terror, siempre asustado porque va a perder algo.

Malas noticias… la vida es perder cosas todo el rato.

Al no tener ningún sentido de trascendencia queremos agotar toda experiencia habida antes de que nos llegue el tiempo de morir, ojo aquí: no de partir sino solamente de morir, porque quien parte va a otro lado, pero quien muere es un oscuro definitivo.

Ponemos a la salud del cuerpo como la prioridad absoluta, incluso convertida en casi religión, en el objeto de máximo respeto y rodeamos todo nuestro esfuerzo en mantenerla intacta. Nos encerramos en nuestro pequeño cuerpo, que intentamos mantener sano por todos los medios, porque de lo contrario, uno se queda sin nada. Porque ese cuerpo no perdura más allá de la muerte.

En ningún caso esto es un llamado a comenzar una secta rarísima donde despreciemos el bienestar físico y los esfuerzos que cada uno haga por mantenerlo, pero sí que en lo personal hace un tiempo que abdiqué de enterarme de todo y comencé a rechazar las prisas y con ello esa idea de que el tiempo se acelera.

Hay un poema de Elizabeth Bishop, The art of losing, en el que habla especialmente de las grandes pérdidas que son irrecuperables y que van a ocurrir de cualquier manera sin importar nuestros esfuerzos, son inevitables y no se trata entonces de retirarse al miedo y la sosobra sino de dominar el arte de perder.

La vida es la que es, pero en la versión que a cada uno le ha tocado. Yo no sería quien, para darle consejos a nadie, pero no pasa nada por empezar tarde las cosas, aunque está mal visto, hay sitios a donde llegar tarde está bien.

Si es cuestión de abandonarse yo prefiero abandonarme a un presente duradero, a mí no me van las prisas.

Are we in the clear yet?

Good

💛